Recuerdos de lo que no ha pasado

jueves, octubre 27, 2005

Dolor, el octavo pasajero

Leyendo el otro día el estupendo blog del señor Mycroft me encuentro con Afliction, la brillante y triste (dolorida) película de Paul Schrader.


Recuerdo entonces el morrocotudo dolor de muelas que sacude al protagonista durante buena parte del metraje. Aunque García Márquez lo utiliza con otros fines en el alcalde de La mala hora, el truco del dolor sirve para trasladar al espectador de una manera incómoda y rápida (efectiva) al atormentado mundo del personaje.

Se me ocurren otros personajes que sufren dolor a lo largo de la historia, un dolor prolongado que les acompaña y termina convirtiéndose en un personaje más. Pero me refiero a dolor dolor. Dolor físico, del que hace sudar y temblar, del de verdad.

La infección de orina de Tom Hanks en La milla verde. Excusa perfecta para que el gigante negro pueda exponer sus atributos. Con perdón.
El dolor de muelas de este mismo actor en Náufrago, excusa perfecta para crear un conflicto inmediato en un entorno hostil. No es lo mismo naufragar en una isla desierta, que naufragar con dolor de muelas. Acojona sólo de pensarlo.

Recuerdo también el dolor de Brian Dennehy en El vientre del arquitecto. Por culpa de un cáncer cabrón, creo recordar. Excusa perfecta para evidenciar otros dolores, soterrados.




Y el (agónico) dolor de Tim Roth durante Reservoir dogs, muriéndose desangrado. Aún recuerdo esas viejas pelis del oeste, cuando el malo recibe un tiro en el estómago y ¡chas! cae muerto fulminado. Cuando la postmodernidad llega al cine de la mano de Tarantino, quien recibe un tiro en el estómago agoniza durante horas. Como dios manda.