Recuerdos de lo que no ha pasado

lunes, noviembre 28, 2005

El desahogo 2

Leo en el blog de Spaulding que andan celebrando, en su Barcelona querida, La Cimera de l’Euro, y que entre policías y políticos no hay quien respire en la ciudad.

Soy canario pero vivo en Madrid desde hace 16 años. Cagándome de frío en invierno y de calor en verano. Al ser cosa de enamorados y de bohemios, y siendo como somos todos de centro derecha, la primavera y el otoño no se estilan. Del invierno al verano, de golpe: un día estás a 3º y dos días después a 35º.

Pero aún así, Madrid me gustaba. Tenía magia esta ciudad. Era Madrid como una puta vieja: abierta al mundo, decadente, remolona para levantarse y farlopera para no dormir, cálida en tantos aspectos, fría en tantos otros... Nunca me he sentido incómodo en Madrid. Hasta hace unos pocos años.

Como somos el centro neurálgico (maldita sea la puta hora que Felipe II se aburriera de Toledo o de Salamanca o de Logroño y radicara aquí la capital del reino), aquí es donde oficialmente se tocan los cojones. ¿Que por aquí pasaban las becerras hace 600 años? Se corta la puerta del Sol y la Castellana para que pasen las manadas de becerras. ¿Que hay vuelta ciclista a España? Se corta la puerta del Sol y la Castellana para que pasen las becerras. ¿Que hay huelga de taxis? Se corta la puerta del Sol y la Castellana para que protesten las becerras. ¿Que gana el Madrid o el Atleti y hay que cabalgarse a los dioses? Se los cabalgan que para eso son futbolistas. Por no hablar del caos circulatorio: Hay que entrar en Madrid, una hora de coche. Hay que salir de Madrid, una hora de coche. Hay que usar el transporte público, dos horas de transporte público. Un té con leche, 1,20 euros. Pero cómo cojones va a costar doscientas pelas un puto manojo de cesped en leche aguada.


Y la reina de la noche: las obras. Visita la ciudad Danny de Vito y al ver el estado lastimoso de la ciudad, pregunta descojonado si ya hemos encontrado el tesoro enterrado. Ya se sabe que ahora mismo la economía del país entero está sustentada en el ladrillo. Y que como el ladrillo se venga abajo, se lleva consigo la economía, las calles, los té con leche y a 40 millones de españolitos, tengan o no estatut. En Barcelona celebran La quimera del euro: ahora en Madrid no puede celebrarse nada, que Gallardón ha tenido a bien declararla zona de guerra y levantar pavimentos de calles, avenidas, plazas y parques para remodelar la puñetera ciudad a golpe de talonario que alguien estará cobrando. Eso sí, todo lo hacen por nuestro bien, que mira que se encargan de decirlo mucho en la tele, a ver si a fuerza de repetirlo alguien se levanta un día y se lo cree. Lo hacen por nuestro bien. Lo de que levanten cuatro veces la misma calle en un año para no perder los fondos que nos da la comunidad europea es por nuestro bien. Los políticos, ya se sabe, se afanan por servirnos.

Llevo 16 años en esta ciudad que los que nos tratan de salvar han ido convirtiendo en una ciudad de mierda, aburrida, insufrible, peligrosa, y podrida. ¿Quién fue el que dijo Ay del país que necesita héroes que le salven? Señor Gallardón, ¿quiere dejar de construir un Madrid mejor por nuestro bien y dejarse de darnos por el mismísimo culo?


Decía Fernández de los Ríos en su Guía de Madrid refiriéndose a la ciudad en el Siglo XV: Era la comarca de Madrid fértil, casi un paraíso, a juzgar por lo que dicen algunos cronistas: huertos, bosques, prados, fuentes, un cielo azul y un clima delicioso. Los frutos de la tierra y la caza eran sobrados para mantener la población.



Un panorama aterrador, vamos. Para mear y no echar gota. Se ha quedado sin voz Sabina sólo para no tener que volver a cantarle a Madrid.