El pueblo que cede
Hace mucho tiempo, antes de que naciera comosellame; antes de que naciera Bush y toda la chusma y toda la policía; antes de que hubiera guerra de Irak y de que nacieran todos los terroristas, dijo Benjamin Franklin: el pueblo que cede su libertad a cambio de su seguridad, no merece seguridad ni libertad.
Por si acaso a alguien se le había ocurrido levantar la nariz del suelo y recobrar la cordura, el ministro francés de Interior, comosellame, aparece por la tele de mi casa recordándonos a los buenos ciudadanos que la medida de prolongar el toque de queda va a venir de miedo porque la amenaza terrorista sigue en pie. O sea, que no se nos olvide que estamos todos en peligro permanente y que hay cosas mucho más importantes que su ineptitud. Para que no se nos olvide que, en el fondo, este sistema de mierda al que nos llevan es por nuestro bien. Este sistema de mierda que cada día nos resta un poquito de libertad en aras de más seguridad. Olvida comosellame que el pueblo que cede su libertad a cambio de su seguridad, no merece seguridad ni libertad.
Vengo observando que siempre que surge una crisis aparece la amenaza terrorista. Tendrá esto alguna razón lógica, digo yo: para que miremos a otro lado no puede ser. Vamos que no, que no me creo yo que comosellame pueda ser tan hijo de perra como para aprovecharse de estos tiempos de violencia inmigrante para sacar a colación a los terroristas. Siguiendo la fórmula matemática de comosellame: Inmigrantes violentos + represión policial = amenaza terrorista. Y si lo dice comosellame bien dicho ha de estar. ¿No dicen que las matématicas no fallan? Pues esto son matemáticas.
El pueblo que cede su libertad a cambio de su seguridad, no merece seguridad ni libertad. Pamplinas. Cuando vuelva usted a ver las imágenes de la policía persiguiendo a esa chusma, cuando vuelva usted a ver los coches ardiendo y a los jóvenes negros esposados a un arbol, recuerde además que seguimos en peligro de muerte por la amenaza terrorista.
El pueblo que cede su libertad a cambio de su seguridad, no merece seguridad ni libertad. Eso lo dijo Benjamin Franklin antes de que el mismo pueblo al que se dirigía cerrara los oídos y le encerrara en un billete de 100.