Superman sin retorno
Éste que viene ahora, por más que vuele mejor y más alto, por más moderno que sea el uniforme, por más pelas que se gasten en peinarle el flequillo, éste que viene ahora digo, no es Superman.
Lo sé porque el Superman de verdad está muerto. Tenía el hombre un único problema: era más rápido que una bala, podía saltar un rascacielos, doblaba una viga de acero con las manos desnudas, pero no sabía montar a caballo. Y un día, sin capa y sin botas, decidió Superman montar a caballo y en mala hora. Una única hostia en el cuello, y partido para siempre por más que el hombre intentara a base de rehabilitaciones, volver a sentir cosquillas en los dedos. A partir de ahí fue muriéndose poco a poco en vida. Sentado a un pulmón artificial cuyos exorbitados gastos, secretamente, le pagaba su amigo Robin Williams.
Y Superman, que no debía envejecer pero tampoco morir, murió por fin, más que nada para descansar de tanta putada y tantos dolores.
En vida han quedado sus amigos y enemigos. Lex Luthor, con varios oscar en el bolsillo no quiere mirar atrás, avergonzado de haber sido una vez genio del mal. El general Zod, vieja gloria que probó incluso el travestismo y que pasó brevemente por la cancillería de la República Galáctica, se dedica a sus labores, esto es: cine de arte y ensayo.
Los que no reniegan del pasado, y se dedican a asistir a Festivales y Convenciones frikis, son su exnovia Lois Lane, el gigante Non y la malvada Ursa.
Que como pueden ustedes ver en la foto, pese a que como Ingrid, como Groucho y como Superman, no debían envejecer, han envejecido.