Recuerdos de lo que no ha pasado

lunes, enero 02, 2006

Jack McCall


Yo siempre había pensado que a Wild Bill Hicock le había asesinado, por la espalda, un niño que buscaba vengar la muerte de su padre. Pero me entero de que la cosa no fue exactamente así. La vida es siempre más cabrona y menos épica: a Wild Bill Hicock le mató sin más un desgraciado llamado Jack McCall. Ésta es su historia.

Los lugareños describen a Jack McCall con una boca bonita coronada por un pequeño bigote y una barbilla hendida por la mitad. En cambio Wild Bill, por lo que vemos en fotos de la época, era más feo que pegarle a un padre aunque para follar ya le valía ser considerado el tirador más rápido del oeste. Con eso y con su habilidad para jugar al poker, ya tenía la partida ganada.



Cuando Hickcok llega a Deadwood en 1871, probablemente Jack McCall trapicheara ya por allí. Había nacido el joven alrededor del año 1851, en Loussiana, y pronto encontró en la caza del búfalo una forma de ganarse las alubias, y como el resto de los habitantes de Deadwood, había ido a parar allí llamado por la fiebre del oro.

El 1 de agosto de 1876 uno de los jugadores de poker a quien Wild Bill despluma, termina por levantarse de la mesa. Jack McCall toma su lugar y después de un rato, cuando ha perdido hasta los calzoncillos, Wild Bill se niega a seguir jugando con él y le da unos dólares para que pueda cenar esa noche.


Al día siguiente, mientras Wild Bill despluma al poker a otros incautos, el joven Jack McCall, borracho como una cuba, se le acerca por detrás y le dispara por la espalda un tiro en la cabeza, que mata a Hickock antes de que caiga sobre la mesa. Maldito, toma eso, dicen que dijo.

Cuando la muchedumbre sale a su caza y captura, lo encuentran escondido en una carnicería, acobardado y sudando aún la borrachera. En el juicio, Jack McCall explica entre tartamudeos e hipidos, que ha matado a Wild Bill porque éste mató a su hermano años antes y que ha vengado así su muerte. Inexplicablemente es considerado inocente.

Cuando se descubre que este hijo de perra nunca tuvo hermanos, el chico ha desaparecido del pueblo. Viaja a Cheyenne y a Laramie, donde alardea, entre borrachera y borrachera, de haber matado a Wild Bill Hickock, el tirador más rápido del Oeste, al que temían marrulleros y mataperros; que nunca se sentaba de espaldas a la puerta y que siempre sujetaba el Güisqui con la mano izquierda, para reservar la derecha si era menester ponerse a pegar tiros.

Las autoridades le prenden entonces, por asesinato y por bocas, y es conducido a Dakota, donde le juzgan y condenan a muerte en 1877.

Cuando diez años después, ha de trasladarse el cementerio, exhuman con cierto morbo el cuerpo de Jack McCall, cobarde asesino de Wild Bill Hickock, y descubren que su esqueleto aún lleva al cuello la soga con que le ahorcaron.